miércoles, 6 de abril de 2011

Ha pasado demasiado tiempo, doctor

Para que usted se haga una idea, doctor, sobre lo que llevo vivido en la Guardia Civil, voy a contarle algunas cosas que, de puro lejanas, parecen perderse en la noche de los tiempos.

En dos años distintos, doctor, he desfilado por el Paseo de la Castellana, en Madrid, saludando a Franco con el oportuno "vista a la izquierda" al pasar por la tribuna que él presidía, porque entonces, que lo sepa usted, la tribuna estaba a la izquierda en vez de a la derecha... "Desfile de la Victoria" se llamaba aquella parada militar, en honor al fin de la Guerra Civil que ganaron las tropas conocidas entonces como Nacionales...

Igualmente, doctor, mi primera bandera de España, a la que besé y juré lealtad en un magnífico acto castrense en Valdemoro, fue la bandera ahora definida como franquista; sí, doctor, aquélla del águila de San Juan, águila que, por cierto, no se inventó Franco, como mucha gente cree, sino que, como bien sabe usted, fue simplemente rescatada de la época de los Reyes Católicos...

Mis primeras armas, doctor, fueron una pistola de 9 mm. largo, marca Star, con cargador de ocho cartuchos, y un mosquetón Máuser de cerrojo que almacenaba en su interior tan sólo cinco cartuchos del calibre 7,62 que había que cargar y disparar uno a uno...

Mis primeros servicios se llamaban "correrías" y se realizaban a pie. Para aquellas "correrías" lo más característico de nuestra indumentaria, aparte del tricornio, -no se ría, doctor- eran las trinchas, los cartucherines, el carniago, el barboquejo, la capa y la cartera de caminos...

En aquellos años, doctor, todos los guardias civiles estábamos obligados a hacer un ejercicio mensual consistente en confeccionar un atestado basándonos en el tema que ordenase el comandante del puesto, cuyo atestado tenía que estar escrito a mano y en papel de barba. Antes de empezar a escribir había que dividir el papel en tres partes iguales de arriba a abajo, con el fin de dejar exactamente un tercio como margen, y después de acabar el atestado con todas sus diligencias, había que encuadernarlo cosiéndolo con hilo rojo, abarcando un centímetro exacto desde la izquierda de la hoja y siguiendo con el hilo un  perfecto recorrido vertical a través de cuatro únicos y equidistantes pasos de aguja, en cuyos pasos había que reforzar el cosido horizontalmente.

Por entonces, doctor, todos teníamos que aprendernos de memoria los primeros cuarenta y ocho artículos de la Cartilla del Guardia Civil, y entre aquellos cuarenta y ocho primeros artículos, que eran la base de nuestra razón de ser, había instrucciones que decían así: "Recurrirá a sus armas cuando sus palabras no hayan bastado" o "Nunca saldrá a la calle sin haberse afeitado al menos tres veces por semana, llevará el pelo corto, las uñas cortadas y limpias y el calzado perfectamente lustroso..."

Recuerdo muy bien, doctor, que yo estaba de servicio de puertas en un pueblo de Guipúzcoa cuando murió Franco, y también recuerdo que todos los guardias civiles tuvimos que llevar durante un mes una cinta negra circundando la manga izquierda del uniforme, entre el hombro y el codo...  

Como puede usted comprobar, doctor, estas cosas que hoy le cuento pertenecen a otra sociedad, a otros tiempos, y sé muy bien que es mucho lo que ha cambiado casi todo, pero por alguna razón lo peor tiende a permanecer. Dicen que la mala hierba nunca muere, ¿usted también lo cree así, doctor?

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