No sé
si son fechorías o picardías, doctor, pero lo cierto es que a veces lo parecen.
Me refiero a alguna de esas normativas que se elaboran en las más altas
instancias de la Guardia
Civil -o quizá en los ministerios- para aprovecharse
groseramente de todos los guardias civiles. Quiero hablarle, doctor, de algo
que me parece extraordinariamente injusto y que no hace mucho tiempo me ha
sucedido.
Resulta
que en la Guardia Civil
hay una figura llamada “comisión de servicio”, una de cuyas modalidades se
aplica cuando hay que trasladarse fuera de la residencia para realizar algún
tipo de trabajo que, en lo que se refiere a mi especialidad, no suele durar más
allá de tres o cuatro días. Pues bien, doctor, la normativa aplicada en estos
casos indica que en esas comisiones nunca se podrán anotar más de siete horas
de servicio al día, sin importar en absoluto que en realidad se hayan hecho
ocho, diez o catorce. En otras palabras, doctor, en el cuadrante donde se
apuntan las horas de trabajo que hacemos cada uno, y con el completo
conocimiento de quien ordena el servicio, lo normal es que aparezcan menos
horas de las que realmente se han hecho, lo cual, doctor, a mi entender es una
estafa que, eso sí, pretenden disfrazar de legalidad.
La
última comisión de servicio que hice, doctor, duró tres días y me exigía
trasladarme a unos mil kilómetros de mi comandancia, y esto, como es lógico,
implica tener que conducir durante unas doce horas para llegar al destino,
incluyendo los descansos pertinentes, más otras doce horas para volver, aparte
del habitualmente intenso día de en medio en el que, como mínimo, también
suelen trabajarse otras doce o catorce. Todo esto, doctor, puede sumar
alrededor de treinta y ocho horas, pero sin embargo sólo nos anotan veintiuna
que es prácticamente la mitad.
A
veces pienso, doctor, que nuestros más altos jefes, para envidia de la
comunidad científica, han conseguido por fin aplicar la teoría de la
relatividad de Einstein a las horas servicio, logrando estirar y encoger la
caprichosa cuarta dimensión como si fuesen auténticos sabios, de modo que con
sus curiosas fórmulas, doctor, han llegado a transmutar el tiempo de tal forma
que donde el reloj cuenta catorce horas, para ellos sólo pasan siete.
No
sé, doctor, si todo esto se debe a la fechoría gravitatoria de algún agujero
negro o a las picardías de Chronos, pero lo cierto es que mientras por un lado
nos exigen cumplir el mínimo de horas milimétricamente, por el otro nos las
hurtan con todo el descaro del mundo.
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