Siento una profunda tristeza, doctor, al comprobar
el modo en que algunos se dan baños de pureza y legalidad sobre su pecho con
una mano, mientras que con la otra se llenan de mierda la espalda. Es algo
parecido a la injusticia manifiesta que supone la “ley del embudo”.
Con esto no quiero decirle, doctor, que
envidie la parte ancha de ese embudo porque no es así, ya que siempre he tenido
un claro sentido de la justicia; lo que quiero decirle es que me gustaría que,
de una vez por todas, aquéllos a quienes corresponda, cortasen ciertas
actitudes de ciertos “superiores” de la Guardia Civil que no
dudan en aplicar las normativas con el máximo rigor al personal a sus órdenes,
mientras se pasan por el saco escrotal esas mismas normativas cuando se trata
de que sean cumplidas por ellos mismos.
Como todos los integrantes de este Cuerpo
sabemos muy bien, doctor, a lo largo del tiempo ha habido -y sigue habiendo-
montones de situaciones en las que distintos “superiores” de la Guardia Civil se han
aprovechado de su situación privilegiada para beneficiarse de forma espuria de
sus cargos, y lo que más me desagrada es que sean precisamente éstos los que,
por lo general, tienden a ser más rígidos para con los demás.
Bravo por todos aquellos jefes, doctor, que
empiezan la rigidez por ellos mismos y la continúan con sus subordinados, pero
no puedo evitar sentir el más absoluto desprecio por los que gustan aplicar la
“ley del embudo” eligiendo siempre para ellos la parte más ancha.
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