Encima de que me han bajado el sueldo tengo
que hacer más horas, doctor, y no sé por qué. En la Guardia Civil lo
habitual es cumplir con el número de horas de servicio establecido, pero en lo
que concierne a los que estamos destinados en grupos de investigación, como es
mi caso, lo normal era que no contasen las horas sino los resultados, y la
consecuencia de algo tan lógico infería que unas veces hacíamos muchas más
horas de las normales y otras hacíamos menos, con un resultado final muy
equilibrado comparado con otros compañeros. Pero ahora todo ha cambiado. Ahora,
sobre todo, hay que cumplir con el mínimo de horas establecido sin que importe
hasta dónde pueda llegar el máximo.
Ahora, doctor, lo importante es iniciar el servicio a las 15,30 horas aunque el objetivo a investigar salga siempre de su casa a las seis de la tarde, y si tenemos la suerte de que al acabar las horas diarias de trabajo que nos exigen, el objetivo se haya ido a dormir, podremos finalizar el servicio, pero si no, hay que continuar con las vigilancias y los seguimientos hasta que lo dejemos en la cama, es decir, me han subido el número de horas y ahora hago varias totalmente innecesarias todos los días. Y lo malo, doctor, es que no me pagan las horas extras, las festivas ni las nocturnas porque, dicen, para eso cobro la productividad.
Y
pensar, doctor, que en una ocasión me pasé diecisiete horas seguidas -ni una
más ni una menos- en una furgoneta de vigilancias, en completa soledad, al sol,
sin aire acondicionado, con media botella de agua y sin comer, porque debido a
la sensibilidad del servicio no era posible hacer un relevo ni acercarse nadie
a la furgoneta... Y no me quejé. En realidad, doctor, jamás me he quejado por
el exceso ni por la penosidad de las horas de trabajo, pero lo que está
ocurriendo ahora, en mi opinión, no tiene el más mínimo sentido.
¿Me equivoco, doctor, o quizá estoy un poco paranoico?
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