Sé muy
bien que mañana va a llover, doctor, porque mi rodilla nunca se equivoca. Lo
normal es que siempre haya ahí cierto dolor, a veces lacerante, que tiende a
hacerse más continuo e intenso cuando va a llover. Por cierto, doctor, el dolor
de mi rodilla me ha hecho recordar lo del honor y las medallas de la última
sesión... Le voy a contar cómo sucedió esto de la rodilla.
Como bien sabe usted, doctor, son ya treinta años los que llevo destinado en un grupo de investigación, y hace un tiempo, cuando estábamos trabajando en una operación de tráfico de drogas que habíamos abierto varias semanas atrás, finalmente decidimos intervenir en el momento en que se iba a realizar una entrega. Sabíamos que la entrega se llevaría a cabo en una zona de callejuelas desiertas y buscamos el modo de ocultarnos de la mejor forma posible. Al fin vimos llegar en una motocicleta a quien iba a recibir la droga y pocos minutos después apareció el traficante en un turismo. El hecho de que se tratase de calles estrechas y solitarias nos obligó a alejarnos prudencialmente de la zona de contacto y precisamente eso acabó complicando la intervención. No pudimos sorprender a los traficantes como hubiéramos deseado porque nada más hacer el intercambio, y cuando nos acercábamos, se apercibieron de nuestra presencia. Cuando el que había entregado la droga nos vio, la cogió de nuevo con rapidez y se metió en su coche arrancando el motor de inmediato. Justo en aquel momento, y después de una carrera, llegué a la puerta del copiloto y la abrí para meterme en el coche, y en ese instante se puso en marcha y salió disparado. Me agarré como pude a la puerta pero la velocidad del coche me impedía entrar en él y me arrastró durante más de cien metros de calzada empedrada hasta que finalmente conseguí introducirme en el vehículo. Detuve al traficante y le incauté los dos kilos y pico que llevaba encima.
El resultado final del servicio fue que detuvimos a todos los implicados, intervinimos la droga y cerramos la operación con éxito, al mismo tiempo que yo acababa en el hospital y me operaban de la rodilla. Fueron más de cuatro meses de baja con más de ochenta sesiones de dura rehabilitación. Punto final. Ni felicitaciones, ni medallas el día del Pilar, ni nada de nada.
Pero no puedo quejarme, doctor, porque gracias a mi rodilla ahora sé que mañana va a llover.
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