viernes, 20 de mayo de 2011

Nunca alcanzo la zanahoria, doctor

Cada vez me siento más burro, doctor. Cada vez me veo más como el burro que da vueltas y más vueltas a la noria sin alcanzar nunca la ansiada zanahoria que le han puesto a un palmo de su hocico.

Supongo, doctor, que las personas somos libres para elegir la profesión que deseamos, y lo normal es que cada cual elija la que más le guste o la que más le convenga. Cuando yo elegí ser guardia civil -porque me gustaba y porque me convenía-, se trataba de una profesión a la que cualquiera podía acceder sin la más mínima dificultad, y todos, al ingresar, sabíamos que el servicio activo terminaba al cumplir los cincuenta años de edad o, voluntariamente, después de alcanzar treinta desde el ingreso en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. Así eran las cosas y ése fue uno de los motivos por los que ser guardia civil me convenía, y también uno de los motivos por los que ingresé.

Lo que quiero decir con esto, doctor, es que este burro que le habla, cuando ingresó en la Guardia Civil tenía como objetivo andar un camino claro y concreto para llegar a su zanahoria, y cuando casi la tenía a su alcance se la colgaron delante del morro y le pusieron a dar vueltas a una noria.

En un principio tenía que cumplir treinta años de servicio para pasar a la reserva, y lo cierto es que después de los treinta y siete años que a día de hoy llevo trabajados, todavía me quedan otros tres para terminar, lo cual sumará un total de cuarenta. Diez más de lo prometido. Y todo ello suponiendo que a los políticos (ésos que se han adjudicado la máxima pensión de jubilación con tan sólo siete años de trabajo) no les dé por subirnos la edad todavía más porque consideren que a los 58 ó 60 años aún se tienen inmejorables cualidades para ir corriendo detrás de jóvenes delincuentes.

La verdad es que, doctor, no me veo yo con ánimos de ir corriendo por ahí detrás de delincuentes después de cuarenta o cuarenta y cinco años de servicio por muy burro que sea, y no sé si finalmente va a llegar un momento en que me tumbe en medio del molino porque acabe descubriendo que nunca voy a alcanzar la maldita zanahoria. ¿Me entiende usted, doctor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario